La práctica clínica en el hogar sigue siendo un modo alternativo de proporcionar servicios de salud mental y ofrece muchas ventajas en el tratamiento de los niños y sus familias (Stinchfield, 2004). El asesoramiento en el hogar brinda acceso a servicios de salud mental a los niños pobres con necesidades complejas de salud mental y a sus familias (Mellin & Pertuit, 2009). Se ha establecido que la consejería en el hogar reduce las barreras al tratamiento como el transporte, las largas listas de espera en las clínicas para pacientes ambulatorios, las condiciones de salud, los compromisos con el trabajo y la falta de cuidado infantil (Adams y Maynard, 2000).

La consejería en el hogar se ha relacionado con un aumento en los resultados positivos de salud mental para los niños y sus cuidadores (Fox, Mattek y Gresl, 2013). Existe un consenso en la literatura de que las familias que reciben servicios en el hogar tienen necesidades más complejas y numerosas que las que reciben servicios ambulatorios (Karesman, Zarski y Garrison, 1997). Mosier y col. (2001) mostró que, en comparación con las personas que reciben servicios ambulatorios, los clientes domiciliarios tienen necesidades emocionales y conductuales más graves y encontraron que la gravedad de las necesidades era similar a la del grupo de muestra que recibe servicios hospitalarios.  Además, los servicios de consejería en el hogar reducen la colocación fuera del hogar de jóvenes con serios trastornos emocionales y de comportamiento que están involucrados en el sistema de justicia. (Greeson, Guo, Barth, Hurley y Sisson, 2009).